Racing de Chivilcoy logró el ansiado ascenso que se le venía negando en las temporadas anteriores. Mostró una disciplina en su proceso, bancó desde lo económico y deportivo el proyecto y logró su cometido. Finalmente el tiempo y las circunstancias le dieron la razón.
Autor:José Fiebig (@Josefiebig en twitter)
Si había un equipo que merecía el ascenso a la Liga Nacional era Racing de Chivilcoy. ¿Por qué? Por diferentes razones. Una institución que fue creciendo desde lo dirigencial, estructural y ni hablar deportivamente hasta ganarse un lugar privilegiado, un nombre y finalmente dar el salto de calidad dentro de su roster con una idea clara, más un entrenador y un jugador clave de la casa.
El crecimiento de Racing en la categoría fue impactante. Fue de menos a más, fue poniendo una piedra tras otra y avanzando casi en silencio mientras los ascensos pasaban. De hecho, recién la temporada 21-22 se colocó con ciertas expectativas (fue tercero en el Sur con una marca de 17-11), aunque en semis perdió ante Zárate Basket 3-2.
De ahí en más empezó a entender que su protagonismo podía continuar y seguir creciendo. La ciudad bancó desde lo económico, el club creció institucionalmente y el hecho de mantener el mismo entrenador como Diego D´Ambrosio, un conocedor de la casa y con las ideas claras en juego, claramente jugó un papel fundamental dentro de toda la estructura y sueño de Chivilcoy.
En la temporada 22-23, Racing se impuso en la Zona Sur con un récord demoledor de 27-5 y apenas una caída de local. Quedó claramente por encima de Zárate Basket y apenas un triunfo por debajo de Barrio Parque, quien fue el mejor de la etapa regular. El equipo venció 3-0 a Pico, luego al sorprendente Hispano 3-1 y chocó en la final justamente ante Zárate Basket, en lo que fue una final verdaderamente increíble.
En dicha definición, Racing de Chivilcoy perdió la ventaja de campo al caer en el segundo partido 72 - 61. Quedó match point en contra, y en el cuarto se recuperó al imponerse 77 - 66. Todo hacía pensar en que Racing ganaría ese quinto juego por su localía semejante golpe anímico, pero no. En un juego muy chato y tenso, Zárate Basket celebró en Chivilcoy 57 - 54, logró su acceso a la definición y de hecho luego ascendió.
Racing insistiría en la 23-24. Racing potenció cada vez más su equipo, ya con la dupla Stucky - Peralta, ya contaba con Ortiz más su emblema: Alejo Barrales y un plantel dominante en general con una banca contundente y siempre con D´Ambrosio en la dirección técnica. En la Conferencia Sur contó con un excelente rendimiento, terminó segundo con una marca de 23-9, cinco victorias seguidas y siendo el mejor local (13-3).
En playoffs, inició venciendo a Pergamino Basket 3-0 en los cuartos de final, y luego haciendo lo propio ante Pico en otra serie enorme para barrer 3-0. En la final, chocó ante el sorprendente Villa Mitre (había vencido a Deportivo Viedma y luego al favorito Lanús). Allí Racing (con problemas de lesiones y suspensiones), pudo hacerse fuerte de local y cerró 3-1 de visitante.
Llegó la gran final ante Atenas. Racing había logrado destrabar un nivel y ahora iba por todo. Luego de perder el primer partido, se llevó el segundo obteniendo la ventaja de campo. Volvió a ver los fantasmas, cayó en el Juego 3 en casa 74 - 68, aunque se repuso en el cuarto y fue a por todo a Córdoba. Para Racing no hubo milagro. De hecho cayó con mucha claridad y el destino parecía tenerlo a un costado respecto de la posibilidad del ascenso.
Se levantó y fue de nuevo por su objetivo. Para la 24-25 mantuvo toda su base, logró hacer un esfuerzo mayor desde lo económico para competir y soñar con que un año debía darse. Para eso contrató a Lucio Reinaudi y las cosas tomaron su curso pero sin antes no sufrir y padecer malos resultados o bajones muy grande.
Dentro de un torneo con Apertura y Clausura, le costó mucho conectar y ser protagonista. En el primero de ellos, apenas terminó 7-7 la fase regular y llegó al ante último cuadrangular donde terminó cayendo y sin poder acceder por la primera etapa, lo cual fue una frustración muy grande y obligando a tener un Clausura brillante como sucedió.
Racing mejoró en juego, oficio, defensa y con una localía de hierro. Terminó primero con una marca de 10-4 y prácticamente no dejó dudas en playoffs. Ganó 3-1 ante Pergamino Basket, dominó con mucha solvencia a Deportivo Viedma 3-0 y en la final con desventaja de campo ganó con amplitud ante Lanús 3-1 mostrando toda su calidad y el progreso como equipo. En la final del Clausura barrió 3-0 con Sportivo Suardi y llegó de nuevo a donde quería estar.
No podía fallar. Llegaba con la localía a favor, el equipo, la confianza y casi todo preparado para lograr el objetivo. Lógicamente San Isidro pensaría lo mismo, aunque Racing volcó el juego a su favor con las dos primeras victorias, una de manera contundente y la otra dando vuelta el score y salvando la primera ocasión compleja en la serie.
En Córdoba, las cosas cambiaron. Racing nunca pudo imponer su juego, perdió eficacia, y encima en el cuarto encuentro, donde parecía tener todo dominado, dejó escapar 16 pts y todos los fantasmas a cuestas para el quinto y definitivo. No podía fallar, no le podía ocurrir de nuevo. Racing jugó con concentración, y un nivel determinante en su juego que nunca lo dejó a gamba. Una victoria clara para un ascenso soñado luego de pelear, caer y levantarse. Nunca retrocedió ni se rindió, ni dentro ni fuera de la cancha y tuvo su premio.